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El tiempo pasó rápido sin nada que señalar, después de lo vivido podría pensarse que sería un aburrimiento, pero recuerdo todo ese impase hasta el sorteo cómo un tiempo veloz, intranquilo, leía la prensa todos los días por ver si se había descubierto el cambiazo, los ojos puestos en todos los detalles, por si querían atracarme, secuestrarme o vete a saber.

 

El ejercicio habitual, mi querido Taichí lo solucioné en las pistas de la ciudad deportiva municipal de mi ciudad, el horario era muy amplio y el precio muy asequible, además al estar frecuentadas a casi todas las horas, más el personal de mantenimiento resultaba bastante seguro para mi paranoia, que durante mucho tiempo fue muy seria. Así llegamos al sorteo de Navidad, al famoso día de la salud el 22 de diciembre, día de esperanza e ilusión de todos nosotros, y ese año y ya todos los años de mi vida quedará marcado en mi recuerdo como un día muy especial.

 

Alquilé un coche el día anterior, por tres días. También fui al banco y saqué los sobres, sólo los 500.000€ del banco, los otros los mantuve a resguardo. El plan lo había elaborado con tiempo y a conciencia y con esa parte tenía suficiente, no había que arriesgar más, los 200.000€ del apartado de correos se quedarían allí de momento, algo de dinero en B pensé que no sería difícil de administrar. Me preparé una cartera, en realidad era una funda de ordenador que me habían regalado en unas jornadas de llaves y cerraduras, de lona fuerte y discreta.

 

Había preparado, diseñado e impreso unas diez tarjetas, no es difícil sacar un logo, lo hice de un banco francés, con mucha presencia en internet y muy mediático en aquellos años ya que se publicitaba en el Tour de Francia, tour en el que los equipos Españoles tenían mucha presencia. Me puse un nombre español con un apellido de caldera de gas muy conocida, un número de teléfono real, que pertenecía a una línea de atención a clientes por internet, con un mensaje pregrabado que te explicaba las ventajas de las operaciones y que, en caso de duda esperaras a los operadores, que casi nunca entraban, la había comprobado mil veces llamando personalmente a todas horas, lo importante es que en la locución salía de cabecera el nombre de la entidad y el departamento de atención a clientes que yo había puesto en la tarjeta, D… Asesor comercial de clientes virtuales. Unas gafas de farmacia sin casi dioptrías, tipo lupa con la que veía muy bien sobre todo de cerca y que me hicieron contemplar la posibilidad de ir al oculista… me preparé hasta seis sobres con la dirección de mí apartado de correos, del taller y sellos. El tinte que ya dominaba, lo use en esta ocasión para dar unas mechas laterales de blanco canoso, un traje gris, una camisa azul claro sin corbata, bien afeitado, algo de colonia o perfume muy suave, unos zapatos discretos y cómodos.

De aquella mañana recuerdo la radio a toda pastilla y una oración en la cabeza para que saliera pronto un segundo o tercero, y lo hiciera cerca, y mucha seguridad en mis posibilidades. No tuve que esperar mucho, y de todas las posibles ciudades afortunadas, una pequeña ciudad al lado de Tarragona, una residencia de la tercera edad de un pueblecito turístico y medieval que conocía bastante, apenas a dos horas y media de distancia. Salí como una bala, tenía que llegar rápido, hablaban ya del grupo de trabajadoras de la residencia, sobre todo, y de algunos familiares de los ancianos que estaban en el centro, 125.000€ al número.

Había de todo, participaciones entre los usuarios, décimos para la dirección, para los trabajadores y, sobre todo, trabajadoras, iban informando en la radio. Era un buen objetivo, la fortuna era propicia, el resto tenía que ponerlo yo.

 

Había mucho movimiento cuando llegué, no era lo del principio, que debió ser una locura, pero quedaban reporteros, trabajadores, familiares y en el porche de la entrada un cartel grande con el número agraciado, un igual a 125.000€ y los valores correspondientes a las participaciones de cinco euros que debían de haber vendido en su mayoría. Estaba preparado y animado, aparqué un poco alejado, estiré del viaje, un poco de agua que llevaba en un termo, chaqueta, cartera, las gafas… y al lío.

Con formalidad pregunté por la dirección, tuve que esperar que estaba reunida, normal, medía hora larga, salieron un par de hombres de mediana edad con traje y corbata, seguramente a lo mismo que yo. Una pareja joven me invitó a entrar, dentro había otras tres personas más, un hombre y dos mujeres de más edad que los primeros. Me presenté y detecte enseguida el cansancio y un poco de desesperación en casi todos, no debía ser el segundo, ni el tercero, ni el cuarto de la mañana, todos a lo mismo debían de estar diciendo… soy empático, natural y se ponerme en el lugar de los otros, había que controlar rápidamente a quién dirigirse, ser directo, pero no agresivo, estar muy atento a las miradas de ellos entre sí, a su lenguaje corporal, formal pero desenfadado, no iba a venderles nada, al revés quería comprarles…

Les había tocado la lotería, pero tenían unas obligaciones, con el resto de agraciados como depositarios y con hacienda después, no podía facilitarles el primer trámite, seguro que otros ya habían pasado para hacerse cargo, pero el segundo, ese sí podía resolverlo, asumiendo yo, mi grupo, el compromiso con el país, en ese momento repartí las tarjetas, había cruce de miradas, no eran de cansancio, detectaba interés. Quizás los que habían pasado lo habían hecho para intentar formalizas cuentas bancarias con suculentos beneficios… tenía una oportunidad, y sin agobiar pero con claridad expuse la idea.

Como ven represento a un importante grupo bancario, un grupo que necesita liquidez para algunos clientes, la lotería es un medio sencillo, el billete es un cheque al portador, y todos sabemos como funciona, se compran unos billetes con dinero contante y si tienes la suerte de acertar, ya tienes dinero en la cuenta bancaría… 125.000€ que creo que es su caso, y una vez liquidado con la hacienda pública al 20% pero solo de 115.000€, quedan con 102.000€ limpios para ingresar en cuenta.

 

Recuerdo perfectamente el silencio, no había nada nuevo para ellos, seguramente todo esto lo tenían más que oído y controlado. Era la hora de presentar la oferta, y había que ser cauto, se habían presentado como propietarios pero no sabía nada de ellos. La necesidad de poner algún dinero en circulación hace que mis clientes estén dispuesto a asumir algunos gastos extras, la idea es comprar a los agraciados,  ahorrarles una parte de los trámites y sobre todo compensarles los 23.000€ que “regalan” al resto de ciudadanos.

Con pausas, pero sin dejarles meter baza, poniendo la cartera encima de mesa al decir el dinero, dejando claro sin decirlo, que estaban allí los euros, nada de promesas, realidad contante, en el momento. Seguía todo en silencio, unas miradas, todas en la misma dirección, había encontrado al cabeza y quién tomaba las decisiones, mantuve el pulso, y al final un señor mayor sentado en uno de los butacones laterales, habló.

Una pregunta, eso es ilegal.

 

Sí señor, aunque no exactamente, yo puedo comprarle su número igual que usted o ustedes han estado vendiendo participaciones del décimo que adquirió, yo lo compro a toro pasado, con el premio asegurado y por ello le compenso con el total de la cantidad, yo me arreglo con hacienda y usted o ustedes tienen contante para sus gastos. El estado percibe su parte y ustedes todo el premio que les ha correspondido. No le engaño, no es legal, pero tampoco es un crimen, el único problema es que ustedes tendrán dinero efectivo que no estará en su banco, para compras grandes, obras en sus casa, en la empresa, ocio… gastos que no entran en banco, dinero que no gastan en la cuenta, depende de sus previsiones, a corto, o medio plazo… Hay un sistema fácil en su caso, pagar las participaciones en dinero y luego cobrarlas ustedes, una parte volverá a estar legal, aunque tampoco les aconsejo toda, pero ya van rebajando la cantidad… en cuanto al resto de dinero, carreras de sus hijos, mirando a los más jóvenes, ayuda para compras de los nietos…

 

Tampoco hablamos de millones, que allí si podría haber problemas, pero yo puedo ofrecerles medio millón de euros por cuatro números que entre los que estamos podríamos resolver rápido y sin riesgo para nadie. Volví a tocar la cartera. Directo y al grano, había silencio, miradas, una chica habló, deberíamos consultarlo, hablarlo entre nosotros.

 

Respuesta mía rápida de control.

 

Discúlpeme, podemos hablar con confianza, y prefiero estar presente, y desde luego que salir de aquí con el negocio cerrado y resuelto, no son cosas para dejar para mañana, ya les he dicho que represento a un grupo importante, pueden llamar para comprobar, que ahora no les atenderá nadie en el teléfono, solo la operadora, ya que yo estoy aquí, y si estanos todos puedo resolver dudas, así que prefiero estar presente. Son ustedes libres y yo no soy nadie para decirles cómo y qué hacer, pero tengo un tiempo, de no salir la operación debo de buscar otras opciones, otra gente. Apreté un poco, estaba acostumbrándome a mentir. Discúlpenme que sea claro, pero todos debemos respetarnos aquí, y podría haber más gente interesada, a fin de cuentas yo tengo un trabajo que defender, si ustedes no lo encuentran conveniente, con respeto me despido y presentaré mi “cartera” en otro sitio.

Volví a tocar la cartera en ese momento para seguir dejando claro que el dinero estaba allí.

 

Por ello les ruego agilidad.

 

Silencio, al final el señor mayor se levantó.

 

Lo entendemos, por favor denos quince minutos, es una cosa nuestra, veinte minutos, media hora a lo sumo, y tendrá una respuesta, le agradecemos la sinceridad y corresponderemos, esto es nuevo y necesitamos hablarlo, le ruego lo entienda.

 

Lo entendía, pero necesitaba cerrar, era un peligro cada segundo.

 

Lo entiendo, sonreí al aceptar. Sean breves por favor, 125.000€ por décimo, máximo cuatro. Recuerdo que recalqué, lo llevaba bien aprendido.

 

Les esperaré en la salita.

 

Con un tómese lo que quiera me acompaño el señor mayor.

 

Me senté, les oí habar, aunque sin saber el qué pero animados. Les oí marcar seguramente al número de la tarjeta por lo poco que duró la llamada, buen movimiento ese pensé, felicitándome, después otra llamada, esta más larga cinco minutos, quizás a un asesor externo, mientras no sea la policía, recuerdo que pensé, así que me acerqué a la ventana, se veía la carretera de circunvalación por la que había venido, estuve allí de pie hasta que se abrió la puerta.

 

El ambiente era otro, El señor mayor seguía llevando la iniciativa.

 

Entendemos que la oferta se limita a cuatro números…

 

Sí, respondí, cada cartera tiene esa limitación, no conviene más tampoco, no sería seguro ni operativo. Entendí que accedían y saqué los cinco sobres y les rogué que lo contaran.

 

Y lo hicieron, al acabar y parecer conformes, sacaron del cajón cuatro números de lotería, que yo a mi vez comprobé que fueran los premiados. De mi cartera extraje cuatro sobres ya sellados y con la dirección puesta, introduje un billete de lotería en cada uno, lo cerré y me despedí de todos ellos agradeciéndoles su atención y felicitándoles por la decisión, no parecían necesitar nada más y me abstuve de ofrecerles ningún consejo extra. Me quedaba trabajo antes de celebrar nada, enfilé la carreta en dirección a la cercana capital, y según me iba informando el TomTom del móvil, recorrí los siete buzones de Correos seleccionados por mí previamente e indiscriminadamente, fui introduciendo los sobres, nunca se sabe que puede pasar en la carretera, y Correos ya había comprobado que era muy seguro, siguiendo con mi manía, tres sobres fueron a mi dirección y los restantes a mi apartado de correos sin saber cuáles tenían “premio” y cuáles no, no fue por nada especial, salió así.

 

Recuerdo que era tarde, pero conocía un buffet libre de mi gusto, el primero que se instaló en la zona, con horario amplio y allí celebré mi acierto, o mi habilidad, o ambas cosas. Al acabar entré en el baño y recuperé mi aspecto normal, era ya una persona que no tenía ningún problema ante un control, por ejemplo, o cualquier otra incidencia. Todo tiene sus riesgos eso está claro, y es complicado si te piden el carnet convencer al agente que la foto, que no parece corresponder porque has envejecido mucho, es la tuya, pero si al indagar un poco más encuentran una cartera con medio millón de euros en sobres sellados y con dirección, a ver quién es el guapo que evita la detención.

La mañana había pasado sin sobresaltos y ahora como ciudadano normal y corriente, tampoco los tuve.

Llegue a casa cansado pero satisfecho, tenía un ángel de la guarda, o había planeado todo muy bien, podía permitirme descansar tranquilo, el futuro era prometedor.

 

El día del sorteo de aquél año cayó en martes, tuve que esperar hasta el lunes 28 (día de los inocentes) para poder recoger los sobres de mi buzón primero, y del apartado después, perfecto dos números a cada sitio, como si lo hubiera previsto o preparado, pero no, lo hice al azar.

Nada estaba dejado al albur de la suerte, aunque desde luego que es un factor que hay tener en cuenta para lo bueno y para lo malo, pero mejor tener un plan preciso, y mejor dos o tres, que ya vendrá la fortuna a cambiar lo improvisado. Salió bien, y eso que yo, repasando en las horas siguientes y cualquiera que me lea pensará que había perdido 75.000€ pero era mi anzuelo, uno poderoso, como es don dinero que decía Don Francisco “poderoso caballero es don dinero”. Por una minucia no hubiera conseguido convencerlos, pero por la totalidad de la cuantía que ellos hacían ya suya… a mí me había costado lo mío, no lo había conseguido gratis, pero hay que saber ceder para ganar, y ganaba, dinero limpio, mejor 400.000 en banco que medio millón en caja, lo pensaba entonces y aún lo pienso ahora. Aunque he de reconocer que como nuevo rico en los primeros días tuve algo de dudas, acaba de empezar a tener liquidez de verdad y ya me fastidiaba regalar o perder, como somos los seres humanos.

Nunca valoré lo material por encima del resto de valores, y aquella fase, de verdad que me duró poco, afortunadamente, porque me quedaba mucho que disfrutar y empezar pensando que había perdido en la primera operación hubiera sido empezar mal.

 

Con ropa de faena y tras pasar por Correos y recoger los billetes de lotería me fui directo al banco, medí el tiempo, comprobé que mi conocido estuviera almorzando, entré, pregunté por dirección para un asunto personal, y tras esperar sus buenos veinte minutos pude saludar al director de la sucursal, que en este caso era la principal de nuestra ciudad, y abordar con él mi “problema”. Recuerdo su cara de sorpresa primero, y de interés después, delinquir parecía que se me daba bien, inventar parecía lo mío, estaba alejándome del hombre que era, y a pesar de que yo pretendía que lo tenía todo controlado, la verdad es que recordándolo, da la impresión de que no era yo, o si lo era, era ese otro yo, el que no era yo del todo, pero que algo de yo era... parece un lio, y lo es, explicado así, pero estoy seguro que todos tenemos una parte que es nuestra pero que no reconocemos y menos le permitimos dar rienda suelta, para mí fue un descubrimiento ese otro yo, que sabía hacer cosas, que quería vivir, que se atrevía, y que no estaba tan alejado de mí, ya que además sabía aprovechar todos los recursos que la parte formal y seria le brindaba, entre los dos yo, formaban un yo, el que sin duda soy.

 

Le expliqué con mucha pasión, a fin de cuentas me había tocado la lotería... Que me había cogido unos días en agosto en esa población y que habiendo querido comprar lotería, aunque yo no era mucho de ello (esto es verdad), en la cola delante de mí unas mujeres habían comprado un buen montón de números para la residencia donde trabajaban, estuvieron un rato ilusionándose, repartiendo las papeletas y las participaciones en su cabeza, que esa ilusión llamó mi atención. Que cuando les tocó el turno pidieron un buen montón de billetes y de la hoja sobraron cuatro, después de escucharlas ilusionarse, me apeteció comprar esos cuatro, fue una intuición por simpatía, pero los compré. Y los guardé y hasta el mismo día del sorteo no volví acordarme, por la radio dieron el número pero hasta que no informaron del pueblo y de la residencia en cuestión no me di cuenta de era el que yo compré, y hasta hoy no he tenido tiempo de gestionarlo.

La verdad, me apetecía hacerlo con discreción, no tengo ninguna intención particular con este dinero, pero desde luego que no me apetece que todo el mundo lo sepa, así lo primero, cuento con su profesionalidad, estaría mal que tuviera que informar por quién se ha descubierto mi pequeña fortuna, seguro que quedaría fatal en la empresa, y no lo sabe nadie más que usted y yo. Había aprendido a hablar desenfadado pero con seriedad y mirando directamente a los ojos a la hora de hacer amenazas veladas o asegurarme de que se me entendía correctamente, ya lo he dicho antes. No era del todo el hombre que soy, pero estaba cada vez más cerca de ser el hombre que debería de ser.

 

Aguantó perfectamente el comentario y se puso como todos los bancarios a teclear en el ordenador, tras pedirme el DNI comprobando datos. Levantó la cabeza, recogió los números de lotería y se puso a informarme sobre todo lo que yo sabía, el porcentaje de hacienda, la obligación de declarar, y me propuso con mucha pompa la posibilidad de rebajar ese porcentaje, ya que él tenía clientes que me podrían comprar los billetes, un par o incluso uno solo si tenía alguna necesidad o capricho a la vista, un viaje, un vehículo, una reforma… casi me carcajeo en su cara.

 

Sacando la seriedad, no sé de dónde, le contesté que no, que no me interesaba defraudar, que prefería disfrutar con tranquilidad y la conciencia en paz del dinero que me había tocado, por dentro me estaba muriendo de la risa, anda que intentar devolverme el truco a mí, con lo que había pasado para obtener el dinero en limpio, desde luego el mundo estaba lleno de pillos, y yo era uno de ellos, estaba claro, me sentí como si perteneciera un club especial, pero con tarjeta vip, a fin de cuentas yo había arriesgado y de momento ganado, tocaba disfrutar de mi logro.

 

El director se colocaba en una posición cómoda, ofrecía lo que le caía por una comisión que seguro que, en algunos casos, no iba más allá de una palmadita en la espalda y un reconocimiento en cualquier reunión o comida de directores de banca. Me ofreció después diversos productos de inversión para los que ya estaba preparado para rechazar (entendía que era su obligación).

 

De momento no he pensado nada, ya lo haré, quiero invertir pero no en mercados bursátiles que no entiendo.

 

Sé lo que necesitas me dijo.

 

La verdad es que se esforzó, y se lo agradecí y se lo agradezco porqué sin quererlo (él pretendía otra cosa) me dio la pista definitiva. Me ofreció inmuebles a través de una empresa asociada con apartamentos en toda España, me dio de alta ante mi interés, me facilitó claves de acceso a la página, me aconsejó que comprará rápido o que invirtiera aunque fuera a fondo o renta fija, que me saldría mejor de cara hacienda.

Sin ver ningún interés especial en mí, me comento que estaba a mi disposición si se me ofrecía  algo más, y tras firmar todo el papeleo de una cuenta nueva y especial, incluida tarjeta de nivel (que ni saqué del sobre cuando llegó) dimos por terminada la operación, salí por la puerta de atrás, una que está cercana a su despacho y que sirve para los empleados, así sorteé a mí conocido.

 

Estaba en la calle, ahora sí, tenía 400.000€, una vez descontados los impuestos, 404.000€ para ser más exactos, estaba muy cerca de empezar una nueva vida, de permitírmela al menos, había perdido por el camino toda la vergüenza, quizás el honor, o la formalidad, y también unos miles de euros en el intercambio, que era lo de menos, ahora que tenía dinero, debía aprender a valorarlo. Con esa divertida idea pasé el resto de la Navidad, en eso y en la idea de comprar en la playa algo que empezaba a rondarme la cabeza con mucha seriedad.

 

En aquella época, una vez pasada toda la aventura, volví a la página Web de contactos, mi entrepierna había estado inactiva, necesitaba acción, otra distinta, pero me sentía con ganas y volví. Había ganado aplomo, confianza y se notó también en la parte del ligue, es verdad que todo son estados de ánimos, momentos, y yo estaba arriba del todo, con el palmito subido sí, pero controlado. Y disfruté plenamente de ello, y soy consciente de que hice disfrutar a quién acertó a compartirlo conmigo, el género femenino en aquella época, se me dio como la seda.

 

Y así llegamos a la última parte, menos acción, nada delictivo, pero intensa e interesante, al menos para mí, seguramente porque como digo llegué a ella con mucha presencia y seguridad.

 

Hacía algunos años, en una despedida de solteros viajamos a Madrid (que originales), una visita o tour al ahora ya antiguo Calderón, que el novio era de Atleti, además lógicamente de la juerga y el partido de liga. El caso es que aparcamos en un taller que en los días de partido se convertía en garaje, lo ocupaban todo hasta la puerta, hasta que no cabía un solo coche más, resultando de lo más rentable para los propietarios, a mi entonces me pareció una idea maravillosa, yo que entonces todavía apretaba tuercas y colocaba correas.

Pero la automoción me llamó desde siempre y el aprovechamiento de espacios en un taller siempre fue una de las prioridades del encargado, y si ya además resultaba rentable económicamente, pues qué maravilla. La idea ya entonces me gustó,  y ahora me puse a buscar algo parecido.

 

En vez del típico apartamento, un edificio, casa, nave, local… en la costa sobre todo, dispuesto a cambiar de ciudad, a probar nuevas ideas, un nuevo proyecto de vida, no tenía mucho dinero, pero si lo empleaba bien y sabía utilizar otros recursos que me quedaban, mi vida podría dar un giro de ciento ochenta grados. Me costó bastante tiempo decidirme pero no tenía prisa y de paso fui haciéndome una idea de precios y protocolos. Y también a darme de alta en los distintos registros de la propiedad para poder ir pidiendo notas simples y así conocer las cargas de los inmuebles que me iban interesando.

 

Entretenido la verdad, aprendí las mil y una singularidades de la venta de viviendas, desde las judiciales, con embargos, hipotecas bancarias, hasta las herencias condicionadas…

 

Todo un mundo nuevo que hacía negociables casi todos los precios resultando difícil sacar un valor real e incluso razonable por metro cuadrado para poder hacer estimaciones, y luego, aparte, el ayuntamiento con sus limitaciones o normativas constructivas sobre los espacios edificables, metros útiles, porcentajes, luces, calles y zonas con distintas valoraciones y obligaciones…

Además de negociar con agencias, negociar con propietarios, con agentes, o despachos de abogados. Entretenido para quién como yo no tenía prisa y más o menos, sabía lo que buscaba.

 

Encontré bastantes, pero sobre todo uno me interesó desde el principio, pedí la nota simple, 520m2 de local, tres alturas en esquina, una zona céntrica, distrito del mercado cerca de la playa y del puerto, cerca del campo de fútbol, de acceso sencillo a pesar de estar en el casco viejo de la ciudad, una importante, de las principales de la comunidad valenciana y de la costa blanca, sobre unos 350.000 habitantes, destino turístico importante, tanto nacional como extranjero.

Parecía un sitio apropiado, con posibilidades de negocio, sin demasiadas aglomeraciones, clima cálido y precios interesantes a pesar de todo lo expuesto, este en concreto se anunciaba (despacho de abogados) en 478.000€ a 919,23€/m2. Venía de una herencia de bastantes hermanos y los abogados debían de vender y liquidar, y al parecer había prisa.

 

Contacté y quedamos para verlo un sábado a mediodía. Me desplacé la tarde del viernes, observé la zona y las inmediaciones, las distancias, la actividad nocturna, los accesos, la restauración, la industria, los vecinos y los negocios próximos, en el barrio y la ciudad en sí misma. Y la verdad, y a pesar de haber llegado ya al mes de marzo, el ambiente para fin de semana era turístico, festivo y con bastante movimiento de todo tipo. Me gustaba.

El edificio por dentro estaba regularmente conservado, el local era espacioso, con posibilidades de puertas a la avenida principal, cercana a la calle mayor, pero abierta al tráfico y ancha, la entrada en una pequeña plaza y haciendo esquina. Hasta la fecha de cierre había sido una imprenta familiar. Quedaba dentro algo de maquinaría y una furgoneta Mercedes MB120, estaba todo incluido en el precio.

 

Los pisos, lógicamente para reformar, no parecían en mal estado, ni la estructura (de madera), ni la cubierta, aunque la intención era de reforma total, quizá los forjados entre pisos se podrían salvar, aunque los desniveles en algunos casos eran serios, las paredes o muros sí estaban en buenas condiciones, de toba o adobe mezclado con piedra en los bajos, muro de tierra y ladrillo compacto de la época. Me quedé conforme, tomamos un café en una simpática cafetería de la plaza a la que daba el portal. Vinieron dos abogados, socios de la firma, y con seriedad lancé mi estudiada propuesta. Tres mil euros por tres meses en exclusiva para poder estudiar la viabilidad constructiva con los arquitectos y el ayuntamiento, al acabar el periodo yo pasaría una oferta o desestimaría la compra. El precio del alquiler de los tres meses quedaba fuera de la operación final.

 

Eran los gestores del edificio representantes de la familia, me dijeron que consultarían y que me llamaban.

 

Les apreté diciendo que tenía que viajar, que había más edificios que interesaban a la empresa que yo representaba y que prefería cerrar ya, caso contrario cualquier compañero podría tener otra operación, adelantarse y dejar esta para otra ocasión. La empresa tenía un presupuesto para la zona, y en cuanto se cubriera, cerrarían hasta más adelante o hasta ejecutar los proyectos escogidos.

 

En un ahora, respondieron que sí, quedamos en su despacho.

 

Redactamos el documento simple de alquiler para tres meses por el valor acordado de tres mil euros. Firmamos, realicé trasferencia vía internet y me quedé con copia de la llaves.

 

Ya había mirado arquitectos, un estudio de jóvenes con los que ya había hablado y me daban muy buenas sensaciones, por la mañana del domingo quedé con ellos, les entregue las llaves, miramos, hablamos, especulamos, les quedó todo claro y me prometieron resultados pronto.

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