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Ellos se encargarían de todo lo relacionado con la viabilidad municipal, criterios de energía sostenible, regulación histórica y medio ambiental, aprovechamiento máximo del espacio útil, y además presentarían posibilidades de subvenciones, municipales, autonómicas, nacionales e incluso europeas. Así como un proyecto de máximo aprovechamiento y un precio de construcción.

 

Fijamos precio del estudio que les encargaba, les pague 25 por ciento en el acto y con el contrato, cogí el tren de vuelta vía a la capital, hasta mi ciudad no llegaba el AVE por aquel entonces, pero como ya he dicho, apenas estaba a 40 minutos de coche.

 

Tenía por delante mucho trabajo, y con orden, recobrando mi habitual aplomo y tranquilidad mental, me puse a ello valorando las necesidades urgentes. A saber.

Creación de una empresa, de momento todo se estaba haciendo a mí nombre, pero no era adecuado.

 

Conseguir más liquidez, y no me refería a cometer otro delito, que de verdad ni se me pasó por la cabeza.

Venta de mi piso.                                             

 

Venta de mi negocio, local incluido.

 

Venta de mi parte del ático que seguía teniendo con mi ex mujer.

 

Estaba decidido a comprar, podría ser ese edificio si se ajustaba o cualquier otro, así que la empresa lo primero.

 

Decidí, tras consultar, por una sociedad anónima unipersonal, capital social obligatorio 60.000€, razón social en mi ciudad, que se podía cambiar sin problema, aproveché el apartado de correos que ya tenía, debía de haber aprovechado también mi pequeña empresa, pero como las cosas no estaban terminadas de liquidar, preferí, tras consultar, crear otra y mantener separadas las operaciones.

 

El nombre… me costó pero acabé con Mediterránea. Empresa. Servicios. S.A. (unipersonal), quedaba gracioso en las tarjetas MESSA unipersonal. 

 

Preparamos la documentación y en un par de semanas tenía todo listo con CIF dado de alta en actividades varias y suficientes.

Inmobiliarias, automoción, representación e intermediación de operaciones de compra y venta variadas, gestión de propiedades y títulos… Preparados para operar legítimamente con una aportación inicial de capital de 400.000€, transferidos antes de firmar toda documentación, estuve tentado de “colar” algo de dinero en efectivo, pero al final decidí que no, que mejor no tentar a ese destino llamado hacienda, la empresa nacía cien por cien legal y eso era importante, los doscientos mil los guardaba, que seguro que tendría oportunidad de darles uso.

 

La primera operación fue comprarme (a la empresa de cerrajería) los contratos de arrendamiento y facturarme los gastos de petición de encargo del proyecto. Así, desde el principio, MESSA unipersonal se encargaba de todo. Era ya un industrial potente, estaba dejando de ser un ciudadano normal y corriente, parecía mucho estatus, pero de momento lo que había contraído eran gastos y obligaciones tributarias.

 

La empresa y el local de la cerrajería tenían que ser el siguiente paso, pero prefería esperar a ver cómo se desarrollaba el proyecto, la compra definitiva del inmueble y la cuenta final de ambas operaciones, incluida la reforma del edificio que se planteara en el proyecto, aun así comencé a pensar la forma adecuada, a quién ofrecérselo, su valor y condiciones.

Lo mismo que con mí piso (el de mí madre), aunque en este caso era más sencillo, encontrar un valor adecuado, publicarlo en los portales en los que ya estaba dado de alta, y que me habían servido para encontrar la vivienda que ansiaba comprar.

 

El trato con mi exmujer lo aparqué para el final, no me apetecía nada, y al mismo tiempo sabía que ella cumpliría porque se sentiría obligada por todos los años que yo había cumplido con ella, manteniendo mi presencia en la ventajosa hipoteca que ambos firmamos en su día, otra cosa sería el precio. Tendría que hablar con ella, y a pesar del tiempo transcurrido, en su haber dos parejas, no me apetecía nada sentarme con ella, sobre todo si de momento era innecesario, aunque yo sabía que tendría que ser, pero si tenía las otras dos operaciones resultas, siempre negociaría de otra manera con ella. Fui investigando en todo a la vez, mientras esperaba las noticias del equipo de arquitectos, que no tardaron mucho, la verdad, se comportaron bastante bien.

 

Presentaron un proyecto interesante y muy apañado, dos viviendas de 80 m2 en planta primera, cuatro de 60m2 en segunda y dos en tercera planta, más dos apartamentos en segunda y tercera planta de 35 m2, un ático bajo cubierta de 50m2 con 18m2 de terraza abierta, que al final tras revisión se quedó en algunos metros más, y que, obviamente, lo quería para mí. Un local en planta baja con aprovechamiento de altillo que permitía un espacio de taller y un garaje con posibilidad de alojar 90 vehículos ordenados en plazas, y hasta 125 con aprovechamiento total para días y momentos  puntuales.

Todo acabado, sumando y restando espacios, obligaciones de luz directa e indirecta, ordenanzas sobre porcentajes de metros construidos, alturas mínimas de viviendas, dobles escaleras y un sinfín de normativas sobre todos y cada uno de los espacios que restaban bastante a las posibilidades reales y a los metros totales; eso que llaman superficies útiles, que no tienen nada que ver con las superficies reales.

 

Un mundo extraño de criterios particulares en ordenación y regulación urbana y que no tiene nada que ver una zona, con otra, un ayuntamiento, con otro, un sinsentido que en teoría debería prohibir la especulación del terreno y ordenar la ciudad pero que no tengo muy claro que lo consiga, ni que agrupe por colores, materiales y demás, ya que da tantas posibilidades y tan variadas que sale un poco difícil de clasificar, pero en mi caso no estaba disgustado del resultado.

 

El precio venía en el correo: 562.352,65€, todo incluido, proyectos, permisos, entrega de obra y todo lo necesario para acabar. A sumar las cocinas y la maquinaría del taller. Tocaba hacer cuentas, y necesitaba el proyecto en papel, con certificado del colegio de arquitectos de la zona, y a ser posible “inflado”, necesitaba quedar con ellos. Yo sabía, porque lo había mirado, que venían de familia de constructores, uno de ellos era hijo de una empresa antigua y bien gestionada, sabía, como así fue que me la recomendarían, y estuve de acuerdo. Quedamos para presentar las cartas boca arriba, que a esas altura tenía claro que lo mejor es que ellos conocieran la realidad de la operación que estaba en mi cabeza, por lo menos lo que concernía a ellos.

Ingresé la parte del proyecto que me pidieron para visarlo en el colegio de arquitectos y les pedí que no lo hicieran hasta reunirnos todos (constructor, arquitectos y cliente), pero el dinero fue por delante.

 

Ese sábado por la mañana en su despacho, todos los implicados fueron informados en una reunión de muchas y muy buenas intenciones. Era un proyecto importante para los chicos, el padre de uno de ellos, constructor, estaba por la labor y de portavoz autorizado.

 

Las cuentas claras:

  1. Necesitaba rebajar al menos los 60.000€

  2. Necesitaba levantar el proyecto de cara al banco a 660.000€

  3. Firmaríamos por una cantidad que resultaría del préstamo hipotecario y el dinero en b que tenía para alcanzar los 500.000€, en los que debería quedarse el precio final.

  4. Tenía un periodo de tres meses pagados de los cuales ya habíamos cumplido cinco semanas, por lo que si estábamos de acuerdo yo seguiría adelante con ellos, si no buscaría otras empresas.

 

El padre en representación me dijo que podían asumir una baja de 60.000€, si yo podía pagar en B para ir asumiendo las certificaciones del banco, ellos aceptarían sin problemas. El periodo para mantener el acuerdo le parecía igualmente bueno, solo que si al final por el banco o por falta de acuerdo con él sobre la forma de pagar no se llegará a buen término, los chicos no perderían su trabajo, se les pagaría el proyecto íntegro y la empresa que resultara elegida debería de trabajar bajo sus órdenes y supervisión.

 

Me pareció adecuado, y lo firmamos con un apretón de manos, y una buena comida a la que tuve el placer de invitar y digo placer porque lo fue, una de las primeras con personas emprendedoras, responsables, serias y con futuro, como yo.

 

A por el banco en cuanto me pasaron el proyecto visado en 662.352,65€ y pagado por ese precio. Preparé toda la documentación, empresarial, el acuerdo con los vendedores, el proyecto y una relación de bienes y avales, excluyendo el piso compartido con mi ex.

Local, 60.000€ de valoración estimada y mi piso, en 180.000€. Seguramente de todo se haría tasación, pero yo sabía que el mercado se movía en esos parámetros. Añadí un proyecto comercial de alquiler de viviendas, de previsión económica del taller y del garaje teniendo en cuenta la zona en la que se encontraban, con su impacto sobre resto de negocios parecidos y la ubicación de los mismos. Las cifras posibles de vehículos en época baja, media y alta de turismo por temporada, todo números muy reales y con una curva muy positiva de crecimiento y desarrollo que aconsejaba la inversión y presentaba un buen futuro para la empresa inversora, y para el banco que confiara en ella.

Me quedó tan bien, que al final retiré mis propiedades del desarrollo, podía salir por si mismo, el inmueble podía auto avalarse, y las cifras de alquiler y taller, más garaje daban para pagar el préstamo promotor. Si había problemas con la tasación y resultaba más baja de lo que yo presuponía, tendría bazas para mantener la negociación, no sacar de inicio todas las cartas me pareció adecuado, y lo fue.

 

Lo preparé bien y lo llevé a estudio a tres bancos distintos, dos bancos y una caja para ser exactos, los tres con sucursal en la ciudad del inmueble, y esperé.

 

Quince días más tarde tenía las tres respuestas, las  tres positivas, a falta de tasación propia para definir la cuantía. Ninguno pasaba del 70% de su tasación con diferentes porcentajes y números de certificación. Elegí uno que me parecía conveniente y les pedí celeridad, tenía todo encima de la mesa y sabía que se me comía el tiempo.

 

La tasación bancaría del inmueble salió a 1.098€ m2 lo que equivalía a 570.960€, estaba en los números que yo había calculado, lo había hecho bien. Ofrecieron el 70%  399.672€, seguía en mis números. No requerían más avales y las certificaciones se harían de la siguiente manera.

 

A la firma 25%  de los 399.672€, lo que suponían 99.918€

 

Tres certificaciones del 15%, que suponían 59.958€ cada una.

 

Y la última, a la aprobación de fin de obra y cédula de habitabilidad firmada los 122.880€ restantes.

 

Quedaba el crédito promotor abierto a que antes de la última certificación se pudieran reducir por parte de la empresa la cantidad de préstamo final, y con ellos hacer el cálculo final al devolver por meses o trimestres.

 

Nos volvimos a sentar con el equipo constructor para enseñarles las condiciones, estaba muy escaso todo, pero como ya les había informado había un dinero en B que supliría las carencias de las certificaciones, querían que estuvieran al corriente y confirmarán que ahora sí, quedaba solo el último paso, la negociación y compra del inmueble.

 

Conseguir su aprobación, era importante, para qué negociar si no tenía constructores, pero estaban implicados, los chavales excitados, sabía ya a ciencia cierta que era su primer proyecto grande, y el constructor representante estaba seguro de que de terminarlo, bien sería un lanzamiento para ellos, y él y yo nos encargaríamos de que se llegara a buen puerto.

 

A por los abogados, con frialdad, pero con las cosas claras, tenía un tope y tenía que lograr que no lo sobrepasaran, faltaban tan apenas semana y medía para cumplir el plazo del alquiler pactado, era el momento, mi momento. Y la verdad, después de todo lo pasado, no estaba nada intranquilo y sí confiado, no muy confiado, pero confiado. Correo para empezar a negociar con ellos, todavía como persona física, es decir no como empresa, en la seguridad de que serían más flexibles conmigo que con una Sociedad Anónima.

 

Les emplacé a la reunión con tiempo de sobra para poder solucionar la compra antes de la finalización del contrato con derecho a compra.

 

Oferta de 300.000€ por la vivienda en las condiciones en las que se encuentra actualmente, gastos a cuenta del comprador.

 

Sabía que tendría que ceder algo, por ello prefería empezar ofreciendo una suma que sin ser descabellada si bajaba bastante sobre el precio demandado, una baja de 178.000€ era importante, pero dejaba a las claras mi intención de comprar.

 

La respuesta fue que no, que podían ceder en cincuenta mil, pero ni un euro más, y eso si se producía la venta rápido, tenían otras ofertas (que yo traduje como necesidad) y querían solucionar pronto.

 

A vuelta de correo ofrecí los trescientos en escritura y cincuenta más en sobre, con una P.D. de que no podía ceder nada más, que era mi última oferta y que de aceptar tenía liquidez y autorización suficiente como para cerrar la operación en cuanto estuviera preparada.

 

Contestaron que lo consultarían.

 

Dos días de intensa espera y la respuesta fue intentar forzar 25.000€ más, aunque fuera en sobre.

 

Podía ser perfectamente esa su comisión, pero no cedí, respondí que no, que mi última oferta era la anterior y que si no se podía, la empresa pasaría a destinar ese dinero a la siguiente operación. P.D. que necesita respuesta al día siguiente para preparar notario o cerrar el expediente, que tampoco se me permitía más tiempo.

 

A la hora más o menos, llegó confirmación. Aceptaban 300.000€ en escritura y 50.000€ en un sobre el día de la firma. Y así, pasé a ser propietario.

 

En unos días todo estaba preparado, “con perricas, chufletes” decimos en mi tierra y que razón…

 

Con la escritura conforme, 100.000€ en cuenta y 150.000€ en caja,  pasé a firmar con los constructores el proyecto y la obra, y al banco. La operación estaba clara del todo, nos pusimos en marcha tan apenas veinte días después de dejarlo todo firmado y atado. Yo quería llegar a la última certificación y sobre todo a la subrogación del préstamo promotor con la menor cantidad posible de deuda y si podía a cero, pues mucho mejor.

Tenía un año entero para ello, para terminar de liquidar mi vida actual en la ciudad donde residía, organizar mi futuro y cambiarlo todo. Cada vez estaba más cerca de ser el hombre que soy ahora, aunque todavía tengo y siempre tendré un parte del que fui, y otra del que seré, todo soy yo, la historia de un hombre cualquiera.

 

Con el negocio fui a lo directo, sabía que había una franquicia de cerrajearía con interés en ampliar su negocio y expandirlo en todas las capitales. Me puse en contacto con ellos y comenzamos a negociar. Sabía que al dar yo el primer paso ellos estarían en ventaja con el precio, pero necesitaba cerrar operaciones para poder avanzar por este lado de mi vida.

 

Nos sentamos, y empezamos a acercar posturas, aunque en realidad, ofrecí todo resuelto, menos el precio, mismo planteamiento que me habían hecho a mi unos años atrás y que había funcionado perfectamente.

 

Negocio en marcha con local y vehículo, un año de contrato para mí, que incluía la formación y puesta en marcha de la franquicia, dado de alta en la Seguridad Social, con una nómina acorde y 70.000€ totales por la compra del negocio.

 

Cerramos en 50.000€, empezaba perdiendo, pero ya sabía que sería así, antes había valorado la posibilidad de vendérselo yo antes a la empresa (MESSA) para que tuviera más capital, pero me lo desaconsejaron, era doblar todos los gastos, I.V.A y actos jurídicos documentados, mejor si luego lo necesitaba, que hiciera una aportación de capital del conjunto de propiedades.

 

Decir que empezaba perdiendo no era del todo cierto, pero las cosas se ven de maneras distintas con el paso del tiempo y dependiendo de la necesidad del momento, la verdad es que yo había “adquirido” ese negocio a coste cero, sí había pagado una nómina durante cinco años, y sí es verdad que me habían ayudado a darle continuidad, con lo que en realidad estaba ganando 50.000€, más mi nómina, el derecho de paro y un año de estabilidad económica.

 

Pero visto desde la idea de ganar, parecía que perdía, el dinero es peligroso y vicioso, y es verdad eso de que se debería investigar psicológicamente al que lo tiene, ya que es mucho poder y el poder corrompe. Mi cabeza estaba sobre mis hombros, pero tenía que demostrarlo, agradecer lo que había conseguido y no ambicionar más de lo que podía, esa era la clave, ser realista y vivir arreglo a las posibilidades reales.

 

El piso de mi madre me costó un poco más. Por el efecto romántico, yo quería venderlo a una pareja o familia que pudiera conservarlo bien, y apreciarlo, pero no era tan fácil, ya estábamos en plena recesión económica y las familias miraban mucho el precio, el sitio, mi piso no tenía garaje y estaba muy condicionado a mis gustos. Tuve que ceder con una inmobiliaria que lo quería para alquilar, parecía la mejor salida pero claro, eso bajaba bastante el precio, me resistí todo lo que pude entre otras cosas porque lo necesitaba para vivir, aunque los últimos meses los pasé en el taller que estaba acondicionado con cocina, baño completo y un sofá bastante cómodo al que le añadí una tabla para hacerlo rígido y sano.

 

Por la costa todo iba de maravilla, la vivienda iba tomando forma sin parar, yo me acercaba cada fin de semana, encontré un hostal limpio y cercano con el que negocié toda la temporada. La ciudad se me iba haciendo conocida y cada vez me gustaba más.

Solo habíamos colocado un cartel de rehabilitación de vivienda sin definir nada más, con la constructora, el estudio de arquitectos, la financiera y la empresa promotora (MESSA) con su logo.

 

Diseñé una simple línea de horizonte un poco curvada con el nombre completo, una dirección de código postal y un correo electrónico sencillo messa@gmail.com y a través de él y del resto de contactos de arquitectos, constructor y banco fueron llegando intereses de compra y sobre todo preguntas sobre el precio. Yo los contestaba todos diciendo que la empresa decidiría más adelante.

 

Pasó el tiempo más rápido de lo que me daba cuenta. Al taller me mandaron un joven con muchas ganas de aprender, al que le facilité todo lo posible el aprendizaje, la convivencia y el día a día, acababa de ser padre (no deseado) y no le molesté ni una noche, yo me hacía los servicios de urgencia nocturnos, le permitía acudir con la madre al pediatra, quedarse con el niño en los turnos de mediodía de la madre, que trabajaba en una tienda de móviles en uno de los centros comerciales de mi ciudad, se apañaban con los abuelos, pero a veces conciliar todo era difícil, mientras estuve, lo apañamos bien. Me interesaba, ya que como digo faltaban tres meses para terminar el proyecto y entregarlo en fecha cuando cerré la venta del piso, y me quedé a dormir en la cerrajería todo ese tiempo, se lo expliqué naturalmente. Sencillo, me cambiaba de ciudad y estaba vendiendo para empezar de cero. No dijo nada.

Vendí con una inmobiliaria y lejos del precio que me hubiera gustado, pero eran 120.000€ y el tiempo se me echaba encima.

 

Naturalmente todo llevaba sus gastos, en los casos de vender el comprador se hacía cargo de los necesarios para la venta, pero hacienda reclamaba su parte y había que hacer previsiones, todo se hizo, por eso también era importante cerrar todo antes de un año natural. Y ahora, para ese todo, solo quedaba mi ex y el ático. Esperé aún un poco más, en realidad estuve centrado en el final de obra. Todo había ido bien, las certificaciones bancarias, los sobres repartidos con el dinero extra acordado, al final se nos fue algo el presupuesto pero la verdad no mucho, se portaron súper bien todas las partes y naturalmente yo quería corresponder.

Liquidamos con casi sesenta mil de extras en los que afortunadamente entraron las nueve cocinas completas, acondicionamiento de la acera de la calle incluido un trozo de asfalto, un contador de baja tensión que eléctricas incluyo a última hora y las antenas de Tv e internet necesarias, con cableado para todo el edificio.

 

Pasamos a 560.000€ y algún pico, lo pagué de los cien mil que tenía reservados, del B ya no me quedaba nada, el banco cerró el promotor cuando conseguimos cedula de habitabilidad y me concedió una carencia de tres meses para negociar el préstamo final que se había ajustado a lo firmado, 392.000€ con las certificaciones pagadas aparte por la empresa, más un seguro que hubo que firmar.

 

En la empresa un saldo de 27.000€ al final, y en mi cuenta, listos para aportación de capital y una vez restados impuestos, y sin disponer todavía del ático de mi ex, contaba con 150.000€ para restar al préstamo.

 

Inauguramos con pompa y un hermoso cartel que anunciaba viviendas en alquiler de tres, dos y una habitación, local comercial dedicado a garajes en alquiler y taller mecánico de vehículos, razón MESSA (Mediterránea Empresa Servicios S.A. unipersonal) esta vez con teléfono (el mío) y correo electrónico.

 

Estábamos en abril, a las puertas de la Semana Santa, no me daría tiempo a sacarle rentabilidad, pero sí necesitaba la temporada de verano completa.

 

No aparqué nada, y pude con todo.

 

Llamé a mi ex, sorpresa mayúscula, habíamos ido hablando, pero no mucho, y no desde hacía tiempo. Ya he dicho que soy bueno con las historias,  en esta ocasión la bordé. Todo había ido mal, el negocio lo había tenido que malvender hacía casi un año, la casa de mi madre recientemente por las deudas contraídas en la mala gestión de la cerrajería y los intereses creados a raíz de ello, quería marcharme y empezar de cero, y necesitaba el dinero que teníamos pendiente y cerrar la hipoteca, ya que temía que de un momento a otro pudiera caer sobre ella un embargo, aunque había conseguido ir pagando, me faltaba algo y no quería verla implicada.

 

No se lo podía creer, yo que siempre había sido tan formal y trabajador y comedido, me preguntó si tenía algún vicio, el juego, el alcohol, respiró un poco y terminó preguntando… las mujeres… contesté que no, que sencillamente había pensado que el negocio iría bien, había arreglado la casa a todo trapo, había aplazado algunos pagos con hacienda pensando que podría pagarlos, me había concedido unas vacaciones que al final resulto que no podía pagar, suma de intereses altos, con alguna compra más de maquinaria, que no calculé bien. Además estaba el préstamo que solicité para la compra del taller y el negocio con el anterior propietario, todo había ido degenerando y yo me había abandonado un poco viendo que no era capaz de sacarlo adelante.

 

Al final un grupo de abogados conocidos y mi amigo el banquero (ella lo conocía), me estaban echando una mano y empezamos a liquidar, estaba casi en paz, y necesitaba cambiar de ciudad con algo de dinero.

Me dijo que porque no la había llamado antes, que ella hubiera podido ayudarme, le respondí que me daba vergüenza, y que ahora, por favor, si podíamos liquidar, subrogarse ella el hipotecario librándolo de cualquier eventualidad, que eso era ayudarme y que si podía ser cuanto antes.

 

Y llegamos a la parte económica. Le pedí 60.000€, así tal cual sin cortarme, sabía que la parte que pagamos se había revalorizado incluso más, pero quizás era demasiado.

 

Me equivoqué con ella la verdad, no dijo que no a la primera, me contestó que lo consultaría con su pareja, que por supuesto que me compraría mi parte y cerraría la hipoteca que teníamos entre los dos. Me reprochó que no la hubiera llamando antes, y que al día siguiente, sin falta, se pondría en contacto conmigo.

 

De esto hacia dos semanas, y ha cumplido como las buenas.

 

Esta misma mañana. Sin regatear los 60.000€ ya descansan en mi cuenta, haciéndose cargo de los gastos y de organizarlo todo. Incluso mirándome con buenos ojos e invitándome a comer al final de la firma en notaría, y eso que ni fui afeitado, con un pantalón vaquero, unos zapatos de lona, una camisa blanca medianamente arrugada de la maleta y un tres cuartos de paño azul, con el único complemento de un pañuelo/bufanda de esos que llaman “pashmina” de color gris casi perla con flecos, seguía siendo alto, atlético, con pelo y bien parecido, eso seguían diciendo.

 

De su época aprendí la importancia de la imagen, nunca fui descuidado, pero con ella descubrí a combinar, o mejor dicho a no mezclar nunca rayas con flores, el cinturón y los zapatos a juego, el color del fondo tan importante como el principal, que seas tú lo más llamativo, no el color de tus pantalones, informal pero limpio, el pantalón corto para la playa o las vacaciones, el chándal para hacer ejercicio, ajustado no es lo mismo que apretado, desaliñado no es una moda, despeinado no es un estilo, y casual solo es una marca de ropa, enseñar la ropa interior no te hace interesante, e insinuar siempre es más atrayente que mostrar… Frases que se quedaron registradas en mi mente, y de las que todavía hago buen uso, aquello que se aprende bien nunca se olvida, y en aquellos años ella era mi referente y escuchaba y aceptada como bueno, todo lo que de ella venía. Esa parte al menos es suya, no le puedo negar esas enseñanzas que ayudaron a completarme en el ser y en el saber estar.

 

La primera imagen dice mucho de nosotros, así como el saludo, cosa que también aprendí de ella, enérgico sin apretar para ellos, puedes acompañarlo con un una mano en la espalda si tienes algo de confianza, por supuesto que un “encantado”  para ellas, la fórmula de palabra vale, pero no así el contacto, la mano puede ser perfectamente, incluso puedes apoyarlo con las dos manos, besos sí, más con mejilla que con labios, siempre con prudente distancia, nada que la haga sentirse incomoda, nada de manos por la espalda, ni agarrar del brazo, un contacto rápido y paso atrás, distancia y espacio.

 

El olor es otro componente importante, mejor dicho el mal olor, y por ello siempre entendemos el exceso tan importante como el defecto.

 

Está muy bien la colonia o el perfume, pero como en la imagen, de fondo, no de principal.

 

La conversación de inicio fluida, que no es lo mismo que abundante, nunca monólogos, ni presunciones, sin saber con quién estas, mejor callado que bocazas. No seas nunca el primero, ni en pasar, ni en servirte, ni en marcharte, ni en sacar tema, no quedarse atrás tampoco, pero mejor desapercibido en primera instancia que apuntado por excesivo en lo que sea, el protocolo es una herramienta muy fiable en cualquier primera cita o encuentro.

 

Por su parte seguía siendo una rubia de rompe y rasga, se había redondeado un poco, pero eso la hacía más atractiva, sus tacones, su falda a media rodilla con el traje de chaqueta completo, desenvuelta como solía, a cargo de todo, saludando a todos y todos mirándola, segura de todo, ni siquiera comprobó lo que le conté, cosa que agradecí, aunque le mintiera, por lo menos acabó confiando en mí, y conmigo… atenta, casi maternal, y la mirada y la invitación final, una tentación de las más difíciles de vencer de los últimos tiempos.

 

Pero vencí la última tentación que mi ciudad me ofrecía, y necesitaba el tiempo para despedirme, para recordar, para no olvidar, mejor dicho, el porqué de todo.

 

Como un ritual, el cementerio, mi casa, la ferretería, el parque, el taller (había negociado un final de contrato con tres de meses de antelación, paro y sin indemnización) y por último el hotel, al que habían hecho reformas, la cafetería no estaba, situada en la primera planta, estaba todavía a medías y no encontré “mis cuadros” unos años más tarde, todo parecía que se borraba. Mi ciudad ya no era mi ciudad, y parecía que también quería cerrar conmigo.

Una sensación triste que me acompaño hasta el autobús que me llevaría a la capital y hasta la estación para coger el AVE, y allí se acabó, allí decidí colocar todo en su sitio como si quisiera escribir un libro, que quizás acabe escribiendo aunque no le interese a nadie, sólo a mí.

 

En el autobús y por quitarme un poco el mal sabor que me dejaba la despedida, ordené en mi cabeza las ofertas que ya se acumulaban en el correo y el cuaderno que había destinado a apuntar las llamadas. No pintaba nada mal, varias demandas de alquiler de particulares interesándose por el precio, aún no fijado de las viviendas, y alguna de agencias. Entre ellas destacaba una con oferta de 6.000€ mensuales durante cinco años por todos los 9 pisos más el ático, que obviamente no pensaba alquilarlo, pero ellos no lo sabían y me parecía una oferta segura y fiable, era un inmobiliaria/agencia de las de toda la vida en la ciudad. Sobre diecinueve solicitudes de plaza de garaje, el precio de la zona estaba sobre 65/60 euros, tenía material para empezar a trabajar.

 

Y a través de conocidos del constructor había dado con una familia del este de Europa, aunque afincada en la ciudad hace mucho tiempo, él oficial mecánico de muchos años en la Opel, actualmente en paro, ella encargada de una empresa de limpieza, trabajando, y un adolescente de diecisiete algo descarriado que su padre pretendía encarrilar y enseñar el oficio. Ella podía hacerse cargo de las cuentas del taller de la comunidad, incluso la limpieza, él del taller al completo y el chaval de aprendiz. La idea y las personas eran de mi agrado, habíamos hecho un principio de acuerdo, con salarios aproximados, incluso para el aprendiz, con compromiso de hablar con sus amistades y con la comunidad de paisanos que eran muchos, les interesaba que funcionara bien.

 

Mis cuentas me decían que una vez cerrado todo, la empresa se enfrentaba a unos gastos mensuales cercanos a los 6.000€ en salarios, seguridad social, un préstamo que al final quedaría reducido (con la última aportaciones de capital) a 190.000€ como una hipoteca cualquiera, que con dos meses al año de carencia se quedaba en 700€ mensuales a 25 años, y con una previsión de ingresos a la baja de 7.500€. Con lo que tenía sobre la mesa, sin contar los alquileres de garaje diarios, los fines de semana ni la temporada de playa, que yo calculaba, también a la baja en unos 20.000€, más lo que pudiera liquidarse del día a día del taller, estaba convencido de que resultaría más que rentable. Tenía otras ideas para apoyar el negocio sin demasiado gasto, pero ya se irían viendo.

 

Por delante tengo un futuro, un taller/garaje que dirigir, un edificio que administrar, una vida que vivir. Pero ya está parando el tren y me gustaría terminar como empecé porque creo firmemente que es la verdad.

 

Alguien que no es un ladrón, aunque una vez robó, que no es un estafador, aunque sí es verdad que algunas veces engañó, que no es un delincuente, aunque… si delinquió. Un hombre cualquiera…

Y FIN.

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